martes, 23 de junio de 2009

González Videla y los comunistas, por Gonzalo Vial.


González Videla y los comunistas,
por Gonzalo Vial.

La ilegalización del comunismo chileno por el Presidente González Videla, los años 1947/1948, culminada en la Ley de Defensa de Democracia —el tema que comenzamos a analizar en la columna anterior— ha cobrado nueva actualidad con la firma del pacto electoral entre el Partido Comunista y la Concertación, Democracia Cristiana incluída. El candidato presidencial de ambas —hemos visto en prensa y TV— estrechó cordialmente, por este motivo, la mano del jefe comunista.


Un diputado democratacristiano criticó el pacto, señalando que rompía una “tradición” de la DC.


Pero no hay tal. La verdadera ruptura DC/PC es relativamente nueva... data de 1986, de la internación gigantesca de armamentos que hicieron los comunistas en Carrizal Bajo. Antes, ambos partidos estuvieron muchas veces dispuestos a colaborar. Ello, del lado democratacristiano, no obstante la declaración papal calificando al comunismo de “intrínsecamente perverso” (Encíclica Humani Generis), y la posterior y severa advertencia de Roma contra la “política de mano tendida”, de los comunistas a los católicos, advertencia que los obispos chilenos reiteraron.


Pese a ello, Frei Montalva —vimos en la columna precedente— sostenía que lo único peor que ser comunista, era ser anticomunista. Y Bernardo Leighton afirmaba que no constituía “carácter esencial” del comunismo chileno, “cumplir una estrategia foránea y contraria a Chile” (ver columna anterior).


La frase de Frei detonó, en 1947, la pública censura a la Falange (futura DC) que emitió el Arzobispo de Santiago, monseñor José María Caro

Se sabe que la querella con monseñor Caro casi condujo a la disolución de la Falange, el mismo año.


Pero ésta no se disolvió, ni excluyó las relaciones amistosas con el PC, ni afectaría el rechazo falangista a la Ley de Defensa de la Democracia, ni su empujar el ’58 —exitosamente— para que el comunismo fuera relegalizado. Los vínculos entre ambos partidos sólo se “enfriaron” a partir de la campaña presidencial de 1964, cuando Frei devino un peligro para la candidatura de Allende, y finalmente la derrotó. Mientras la Falange/Democracia Cristiana fue relativamente inofensiva, las mieles y sonrisas recíprocas con el PC no faltaron. La lucha por el poder los separó.


El afecto resurgiría para la presidencial de 1970... pero unilateralmente. Tomic, en efecto, buscó que la UP, y por tanto el comunismo, apoyaran su postulación. Y fue éste el que cerró la puerta mediante una declaración brusca y hasta despreciativa de su secretario general (“Con Tomic, ni a misa”).


No hay ninguna “tradición” de anticomunismo, pues, en la DC, antes de 1986 y Carrizal Bajo.


El ’47, su criterio (como Falange) ante la Ley de Defensa de la Democracia difirió radicalmente del de González Videla.


—Según la Falange, los comunistas eran chilenos equivocados, pero que se movían exclusivamente en función de lo que consideraban los intereses nacionales, sin sujeción a conveniencias u órdenes extranjeras.


—Según el Presidente, constituían una asociación ilícita dirigida desde Moscú, y su objetivo, apoderarse de Chile para incorporarlo al Imperio Soviético.


¿Quién tenía razón?


Raúl Rettig (muy próximo, esos días, al Mandatario) me dijo una vez que él no creía hubiese habido conspiración comunista, pero González Videla sí, firmemente y con toda sinceridad.


Lo probable es que tuviera razón, y se equivocaran Rettig, Frei, Leighton y los obispos el mismo 1947 que no querían aplicar al comunismo la “violencia y la coerción”, sino “una acción de verdadera redención proletaria en justicia social y caridad” (columna anterior).


Digo “es probable”, porque la plena seguridad sólo la tendremos cuando se abran los archivos del Kremlin, hoy cerrados a piedra y lodo. Pero los indicios, de todas maneras, son abrumadores:


1) Desde que nuestro PC, los años 20, se incorporó a la Internacional Comunista (Komintern entonces, después Kominform), y hasta el amargo fin de los “socialismos reales” y de la U.R.S.S., no hubo en el mundo comunismo local más obediente a las órdenes emanadas de Moscú que el chileno. Aceptó e hizo suya, los años ’30, la condenación del fundador y líder Recabarren que hizo el Buró Sudamericano de la Internacional. Aceptó que durante años organizaran y dirigieran aquí el Frente Popular, a nombre del partido chileno y con falsas identidades, enviados extranjeros de la Komintern... empezando por el después “renegado” peruano, Eudocio Ravines, quien dictaba la ley a todos los “camaradas” nacionales. Aceptó luego la conducción inapelable del jefe de aquel buró, el ítalo/argentino Vittorio Codovila. Fue el PC de Chile pro Tito, de Yugoslavia, cuando le mandaron serlo, furibundo anti Tito cuando la orden cambió, y nuevamente pro Tito cuando éste y la U.R.S.S. se reconciliaron. Fue pro Mao o anti Mao frenético, también según las respectivas y sucesivas instrucciones respecto a China. Crítico del Fidel que mostraba visos de independencia ante Moscú, y alabancioso del Fidel que volvió al redil. Festejó las represiones armadas de la U.R.S.S. en Hungría, Polonia, Berlín Oriental y Checoslovaquia.


A la verdad, no le faltó al PC chileno ningún acto de obediencia a la Internacional... ni siquiera los más inimaginables. Justificó que fuera derribado por la U.R.S.S. el avión de pasajeros sudcoreano que ésta imaginó “espía”. ¡Y Volodia Teitelboim fulminó a los médicos judíos de la “conspiración de las batas blancas”, supuestamente dirigida a asesinar a Stalin... la última y más insensata muestra de paranoia del dictador! ¿Qué más pedir en cuanto sumisión?


2) Ahora bien, hoy es un hecho probado e indiscutido que la Internacional Comunista, en sus diversas formas, fue siempre un mero timbre de decisiones que adoptaba la sola U.R.S.S. y, dentro de ésta, el mandón de turno. El cual, los años que nos interesan, se llamaba José Stalin. El poder absoluto, de vida y muerte, que detentó Stalin hasta su propio fallecimiento, nadie tampoco discute hoy que se ejerció fundamentalmente para obtener y consolidar ese poder personal a cualquier precio... la tiranía de pesadilla, crecientemente sangrienta, de un hombre crecientemente trastornado.


3) Los mismos años de la Ley de Defensa de la Democracia chilena, terminó la “luna de miel” que había unido al Occidente y los EE.UU. con la U.R.S.S. durante la guerra contra el Eje (Alemania, Italia y Japón), 1939/1945. Empezó la Guerra Fría entre los ex amigos. Y en los países donde el comunismo se sentía poderoso como para intentar la captura del poder total, LO HIZO CASI SIMULTANEAMENTE, aunque obteniendo victorias y derrotas. Así:

—En Indochina (Vietnam) estalla la sublevación comunista contra Francia, cuyo desenlace, largo tiempo y muchas vicisitudes después, será el dominio completo del país por su PC (1946/1976).


—En Grecia, los comunistas desatan la guerra civil. El Presidente de los EE.UU., Harry S.Truman, formula su doctrina de «contención»: ayudarán a todo país amenazado de dominación por el comunismo. Fracasa la arremetida griega de éste, tras dos años de sangrientos combates (1947/1949).


—En Checoslovaquia, un golpe de Estado que apoya la U.R.S.S. instaura el régimen comunista (1948).


—En Indonesia, un intento comunista de tomar el poder mediante una revuelta masiva, es aplastado por el Presidente Suharto con una matanza también masiva que extermina al PKI , el PC local (1948).


—La U.R.S.S. bloquea el acceso terrestre a Berlín, para forzar abandonen la ciudad EE.UU. y los países de Occidente. Fracasa el bloqueo por el puente aéreo norteamericano (1948).


—Régimen comunista en Hungría (1949).


ES IMPOSIBLE SIQUIERA PENSAR QUE NINGUNO DE ESTOS ASALTOS AL PODER POR COMUNISTAS LOCALES —ASALTOS QUE DEVINIERON OTRAS TANTAS CRISIS MUNDIALES— HAYA PODIDO SER EMPRENDIDO POR LOS PC RESPECTIVOS, SIN ORDEN —NO YA PERMISO— DE LA INTERNACIONAL. VALE DECIR, DE JOSE STALIN.


La conclusión es casi de certeza. Entre 1946 y 1949, habiéndolo dispuesto así Stalin, hubo un movimiento de los comunismos nacionales para tomar el poder por las armas en todos los países donde la fuerza de aquéllos parecía darle alguna viabilidad al intento.


4) ¿Podíamos ser uno de esos países?


El PC es, hacia1946/1947, electoralmente, el tercer partido de Chile, de férrea y perfecta organización y disciplina, siguiendo el modelo soviético. En las últimas elecciones generales, ha alzado violentamente su volumen de votos, un porcentaje que no recuperará sino con la Unidad Popular. Decisivo para el triunfo presidencial de González Videla, recibe como recompensa tres ministerios, cinco intendencias (la de Santiago inclusive) y el 25% de las consejerías de instituciones públicas —nos dice Carlos Huneeus en su libro reciente («La guerra fría chilena»). Agrega que su poder sindical es “enorme”, controlando de manera férrea los sindicatos de las grandes actividades productivas del país: salitre, carbón, cobre. Puede paralizarlas revolucionariamente, y en efecto lo hará cuando venga el ataque presidencial.


Ese fue el problema de González Videla. ¿Tuvo el derecho y aún la obligación de prevenir lo que sucedería en Indochina, Checoslovaquia, Hungría, y lo que pudo suceder en Grecia, Berlín e Indonesia... todo aquellos mismos años 1946/1949? ¿Debió esperar que los comunistas “actuaran” para aplastarlos estilo Suharto, en un baño de sangre? ¿Debió respetar, sacrificando al país, la “elegancia” política, y no “traicionar” a sus viejos amigos del PC? ¿Combatir a José Stalin “con la justicia social y la caridad”?


Las respuestas a estas preguntas, parecen obvias.

Acount