

Las encuestas de opinión pública evidencian que la delincuencia, el desempleo y la mala calidad de la educación son los principales problemas que enfrenta nuestro país. Una primera mirada indicaría que es difícil superar estos desafíos, ya que en los últimos diez años la delincuencia ha aumentado, la tasa de desempleo ha permanecido alta y la calidad de la educación, a pesar de un importante aumento de recursos, sigue estancada.
Existe una estrecha relación entre estos tres problemas, por lo cual, si se enfrentan en forma simultánea, los avances serán evidentes. ¿Por qué la situación de empleo en Chile es mala, y por qué la principal apuesta, casi segura, de los analistas frente a la crisis actual fue que el desempleo iba a superar el 10%? Parte de la respuesta se encuentra en la legislación laboral, que segmenta el mercado del trabajo en dos grupos, aquellos favorecidos por las regulaciones y que logran tener contratos indefinidos y mayor estabilidad, que en general corresponden a los segmentos medios y altos, y aquellos que trabajan en condiciones precarias, con contratos temporales, o sin contrato, y que frente a situaciones de menor actividad pierden su fuente laboral. Ellos corresponden en general a los de menor capacitación, jóvenes, mujeres y personas de escasos recursos. Su situación se ve afectada por la mala calidad de la educación que recibieron, y por las escasas posibilidades de capacitarse trabajando (el “aprender haciendo”), ya que les es difícil acceder al mercado laboral formal. Frente a una situación de pobreza y falta de trabajo, la delincuencia es un camino tentador, considerando además la baja probabilidad de un castigo significativo. Las cifras de desempleo y de edad de delincuencia evidencian esta realidad. De hecho, el desempleo de jóvenes entre 15 y 19 años es de 30,5%. Es evidente que son estos mismos jóvenes los que
Hay que preocuparse de la calidad de la educación; no sólo de la entrega de conocimientos útiles, sino también de la formación de virtudes. La mejoría en la calidad de la educación es un proceso de largo aliento. Mientras tanto se debe facilitar la entrada de estos grupos vulnerables al mercado laboral, no sólo para que tengan ingresos y dejen de delinquir, sino también para que puedan adquirir capital humano a través
(*) Economista, Universidad de los Andes.
El indulto: una institución siempre controvertida, que a pesar de sus contornos jurídico-formales, devela el fondo del corazón humano. Frente al indulto, ante cada una de las situaciones en que se lo propone y discute, los actores públicos desnudan el alma. Es que se trata de perdonar nada menos que al rival, al adversario o, para algunos, al enemigo.
Guzmán alegó en esa oportunidad que no correspondía modificar la Constitución otorgando facultades al Presidente para indultar a aquellos terroristas, porque constituían el grupo más peligroso de la sociedad, una amenaza vigente que ponía en peligro la seguridad de las personas y la paz social.
No hubo una palabra en su discurso que condenase definitivamente el pasado de esos criminales, por sangriento que hubiese sido. Seguro que en su corazón había perdonado el gran mal que le habían hecho a Chile. Por eso, toda su argumentación contraria al indulto se refería al futuro inmediato, al riesgo próximo y evidente, a la imprudencia de la medida hacia adelante. Indultarlos podía ser una adecuada medida de misericordia, pero era un riesgo muy grande para el bien común.
Tenía toda la razón. Menos de 10 días después, era asesinado por un comando terrorista.
Casi 20 años más tarde, la Presidenta Bachelet enfrenta con debilidad una entrevista radial, vacila frente a la posibilidad de un indulto que pueda incluir a miembros de las Fuerzas Armadas en retiro y... se arma la zafacoca en la izquierda.
Teillier, desde la ortodoxia comunista, recuerda que los que han cometido delitos de lesa humanidad no tienen derecho al indulto (y mantiene así viva la relación funcional entre derecho y revolución); Enríquez-Ominami niega el indulto a quienes participaron en los que califica como crímenes atroces (y trata de borrar toda la genealogía personal con dos palabras); y Bitar matiza afirmando que quienes fueron castigados, fueron castigados, por lo que el indulto en esas circunstancias no va (y gracias a esta sutileza, postula a una cátedra de lógica avanzada, para su cesantía post Concertación).
La triple mirada izquierdista es básicamente retrógrada: el pasado (su parcial mirada del pasado, como si nada hubiesen tenido que ver en los acontecimientos que califican) está fijo, determina por completo sus posiciones, cierra totalmente una visión de futuro.
Por cierto, ninguno de ellos califica a esos uniformados hoy condenados como peligros para la sociedad; Teillier, Enríquez-Ominami y Bitar (y todos los demás que oyeron con pavor la vacilación de la Presidenta) saben perfectamente que no corren peligro alguno, que ni dentro de 10 días, ni de 100, ni de mil, comando alguno los privará de la vida.
Pero no es el porvenir lo que los mueve. La suya no es una mirada de futuro, de prudencia, de bien común; es el simple eco de las furias vengativas que aún no logran aplacar y que, estimuladas por un lapsus, acuden en masa y desbocadas, ma- nifestándose en sus declaraciones y gestos. La sola posibilidad de un indulto es, para sus corazones, simplemente un insulto.
Por contraste, los asesinos de Jaime Guzmán recibieron muy pronto el perdón de la familia, de los amigos del senador, de los discípulos del profesor. Y si hoy hubiera uno solo de aquellos en prisión, seguro que Andrés Chadwick, Juan Antonio Coloma y Pablo Longueira pedirían un indulto reconciliador, confiados en que quizás ya sería prudente reintegrarlos a la normalidad social.
La diferencia se explica porque el indulto es facultad del corazón.
La Presidenta, si mal no recuerdo, proclamaba
Uno de los candidatos a sucederla, ex mandatario él mismo, le corrige ahora la plana, y señala simplemente: «Más Estado».
Es la eterna disputa. Unos creen que el Estado debe ser subsidiario, es decir: dedicarse únicamente a las funciones de bien social indispensables que los particulares no puedan o no quieran realizar. Y otros aspiran a que monopolice, o bien ejecute paralelamente a los privados, cuántas actividades parezcan de conveniencia, determinadas de un modo pragmático.
Pero esta discusión es prematura si hablamos de
Pensemos, por ejemplo, en el Hospital de Talca. Hace años que se suceden en él, sin tregua, las embarradas más espantosas. Recién nacidos que mueren al contaminarse su alimentación con aguas servidas. Otro, emasculado por una supuesta y falsa «indeterminación sexual». Otros que el Hospital identifica erróneamente, de modo que los reciben madres equivocadas. El último caso, hace apenas semanas, una niñita muerta por la inyección de una droga que no correspondía.
Etc.,etc... Pero el Estado/Ministerio de Salud no ha podido arreglar el problema... el problema de UN hospital. ¡Ni siquiera aguijoneado por la utilidad política de hacerlo!
En seguida, el mismo candidato que anuncia «más Estado» asegura que, elegido Presidente, «intervendrá» los MIL establecimientos municipales de peor calidad.
Pero...¿quién lo va a hacer, quién los va a intervenir, en la práctica? ¿El Ministerio de Educación? ¿El mismo que todavía no puede cuadrar sus cuentas
Mas estos ejemplos son «peccata minuta» —
—ENAP. Se le comisionó para manejar, el año 2008, las compras de petróleo que requería el país, en el volátil mecado exterior de este producto. Perdió 1.000 millones de dólares.
—EFE (Ferrocarriles). Extenso y complejo plan para modernizar la empresa, su material rodante, líneas, estaciones, etc. y restablecer el tráfico de pasajeros al sur. Debacle catastrófica y total
—TRANSANTIAGO. El Estado eliminó a las «micros amarillas», que no le costaban un centavo, y las reemplazó por un sistema único para todo el Gran Santiago. Un sistema en que el Estado determina el número total de buses que circulan, su reparto entre los diversos recorridos, cuáles son ellos y cómo los manejan los concesionarios, el contrato con éstos y sus tarifas y demás condiciones, los paraderos, la regulación computarizada de los flujos de vehículos, las rutas exclusivas, etc.,etc. NADA resultó derecho, y el funcionamiento del Transantiago, un descalabro y colosal sufrimiento e indignidad para los usuarios, que persisten hoy (en menor escala, pero todavía inadmisible). Los déficit mensuales
Conclusión: el Estado de Chile, hoy —no en su aspecto jurídico, ni de concepto (¿debe ser subsidiario o no?), sino en su funcionamiento práctico, técnico, profesional— no está a la altura. Ni a la altura de nuevas, eventuales tareas, ni a la de aquéllas que actualmente cumple.
Hallo emblemática la foto que publica la prensa
¿Cómo podemos haber llegado a esto?
Es un tema profundo. Me limito a indicar algunas causas plausibles:
1.Una EXPANSION EXCESIVA
2. El CUOTEO. El concertacionismo lo defiende
Por otra parte, los partidos de gobierno tienden a nombrar en «sus» puestos públicos no tanto a personas capacitadas para desempeñarlos,
La ecuación suele ser letal: funcionario designado por cuoteo=operador político
Las normas para llenar más objetivamente los cargos «de alta dirección pública», atenúan las malas consecuencias
3.LA CORRUPCION. Está muy asociada al cuoteo
Generalmente, en las platas ilícitas que se obtienen a través de la administración pública, se utiliza la excusa, verdadera o falsa... o ambas cosas a la vez, de ser esos dineros «para el partido». Y no sólo conducen a que el sobornante obtenga resoluciones contrarias al bien público, sino al desánimo
A mi criterio, fue muy negativo (en este respecto) el «perdonazo» que Gobierno y Oposición —durante el sexenio anterior— extendieron a los suplementos de sueldos secretos, pagados entonces y antes a ciertos altos burócratas. Eran cancelados mediante discretos sobres de billetes, con recursos provinientes de diversos orígenes irregulares, v.gr.fondos reservados. Se temió un «juicio a la ciudad», que minara las bases
4. Finalmente, y sólo como posibilidad, es preciso contemplar la de que algunas tareas emprendidas por el Estado —v.gr., el Transantiago o la modernización de EFE— hayan sido superiores a la capacidad y experiencia de nuestros técnicos, profesionales y empresas asesoras, dentro y fuera de la administración pública. En distintas palabras, que dichas tareas hayan exigido, para tener éxito, expertos internacionales, que no se contrataron. Sus pares chilenos siempre dirán, de antemano, que «aquí lo hacemos tan bien como cualquiera». Pero no es cierto... ¿por qué había de serlo?
Por supuesto, no pretendo haber agotado el tema. Sólo subrayar su importancia, y anotar que antes de «más Estado» debemos pensar en «mejor Estado».