sábado, 3 de mayo de 2008
Comunistas, camuflados pero vivos.
La gente más inocente piensa que con la caída del muro de Berlín y el desmoronamiento de la URSS se acabaron los peligros del comunismo y sus inhumanas pretensiones de poder, como si el demostrar sus fracasos incidiera en las “pétreas” mentes de sus seguidores, que juegan con los cortos alcances de la memoria de los pueblos.
Resulta peligrosísimo subestimar las capacidades de “recreación” del adversario, que rápidamente se despojó de las etiquetas, al menos en lo formal, para comenzar a “camuflarse”, ahora de democráticos burgueses, pero con compromisos sociales. Pero sin abjurar de las ideas de su pasado.
Una muestra de lo aventurado que resulta pensar que murió la “ideología” la proporciona el mirar a nuestra América Latina, donde con “pelajes distintos” se han ido apoderando de los gobiernos desde los secuaces de Castro, como Chávez, a algunos que el disfraz difícilmente les tapa el totalitarismo, como Fernández.
A nosotros no nos cabe duda alguna de que están al acecho, basta ver el trabajo de “hormiga” que realizan en los sindicatos o en las aulas estudiantiles para preparar el advenimiento de la “novedosa” dictadura del proletariado, esa que por obra y gracia de la dialéctica han transformado en “progresista”.
Nuestro Gobierno, de la Presidente Bachelet, nos da muestras de esta enfermedad cada cierto tiempo, al demostrar grandes irritaciones con quienes opinen distinto, desprestigiándolos vergonzosamente, o disparando contra la institucionalidad en un claro intento por demolerla.
Nos resulta claro, además, que utilizan para la consecución de sus fines la destrucción de la familia, fomentando incluso la pérdida de autoridad de los padres, o intentando reemplazarlos en temas “valóricos” destinados a desvalorizar la vida. Aborto, píldora y eutanasia son sus herramientas.
Es evidente que las reacciones han sido menores, claro, nos han introducido en el más “salvaje de los capitalismos”, con un bestial consumismo y un crédito fácil, que nos han transformado en verdaderos esclavos de este sistema exacerbado para apoderarse de nuestras ya muy precarias libertades.
Se intenta desprestigiar como “conservadores” a quienes defienden la Patria, sus principios o sus libertades. Nosotros, si ese fuera el sentido del Conservadurismo no tendríamos problema alguno en ponernos, en forma voluntaria esa etiqueta con la que se pretende inhibir nuestra defensa.
No olvidemos que la publicidad está destinada a vendernos ilusiones, por lo que todo aquello que se expone como “modernismo”, “novedad”, “vanguardista” no son más que la repetición de viejas consignas, un poco acicaladas tal vez, con las que permanentemente han buscado engañarnos.
Un poco en broma debemos decir, siguiendo la canción popular, que “no estaba muerto, andaba de parranda”, y creemos que podemos asegurar que han retornado bajos los fuertes influjos de una inmensa borrachera, cuyas consecuencias y costos, pretenden que paguemos todos nosotros.