martes, 13 de mayo de 2008

¿Jaguar o gatito?
Cristina Bitar

La decisión de la CMPC de redestinar al Perú la inversión en su nueva planta de papel, por el fuerte aumento del costo energético en Chile, me ha hecho reflexionar sobre el desarrollo de nuestra economía. No porque me parezca mal la internacionalización de nuestras empresas, sino porque ya son muchas las señales que muestran el debilitamiento de nuestra competitividad. El año 2002, el crecimiento del PIB bordeaba el 7%. Hoy las proyecciones nos dicen que llegaremos al 4%. Hace tres años estábamos 19 a nivel mundial en los índices de competitividad y hoy estamos 26. Seguimos siendo los primeros de América Latina, pero, al parecer, nos estamos durmiendo en los laureles.

Lo que más me preocupa es que no hemos podido dejar atrás la división clásica de los modelos económicos que nos separaron décadas atrás: la de los que ven en la redistribución la tarea más urgente y la de los que ven en el crecimiento la prioridad... como si fueran cosas absolutamente contrapuestas.

Parece claro que, paulatinamente, en los últimos años se impone desde el Gobierno y parte del Parlamento la primera visión, lo que implica definiciones muy profundas respecto de la sociedad. Aquel que ve la redistribución como la única prioridad, cree que vivimos en una sociedad estructuralmente injusta y ve en la riqueza de unos la causa de la pobreza de otros. Así, vive en una batalla permanente por construir una sociedad más justa, no una más rica. Para él, el tema de fondo no es la disminución de la pobreza, sino de las desigualdades. A partir de ahí se construye un ideario político que cree en un Estado fuerte, pues uno débil no es capaz de construir esa sociedad más justa. Se aumentan las regulaciones, pues la libertad del mercado no corrige, sino que profundiza las diferencias. Se aumenta la carga tributaria, pues los impuestos son un elemento de redistribución y de justicia. Aumenta el presupuesto público, pues la manera más eficiente de disminuir la pobreza —en su opinión— son las transferencias que realiza el Estado y no el crecimiento económico con un Estado que apoye a los más débiles y promueva el emprendimiento.

Según esa visión, el crecimiento debe esperar, porque la redistribución está primero: no más privatizaciones, no más rebajas de la carga tributaria, no más normas que flexibilicen el mercado laboral. Así, la consigna que más se siente hoy es «más Estado»: AFP estatal, más Fonasa, menos isapres, reguladores más fuertes.

El punto es que los países que crecen y se desarrollan van en el sentido contrario y, además, participan hoy del mundo globalizado. Así, los empresarios no están condenados a invertir en su país. Si la mano de obra es más barata en China, se fabrica en China; si producir salmones en Noruega es más rentable, se invierte allá; si la energía es más barata en Perú, entonces se van a Perú.

¿Y las inversiones en Chile? Fuera de grandes proyectos energéticos y mineros, estamos más preocupados de concederle al Sr. Cuevas sus demandas impuestas por medio de la violencia, que de atraer inversiones que beneficien a la mayoría de los trabajadores.

En este escenario, la competitividad va a seguir siendo fundamental para atraer inversiones y generar riqueza. Sin olvidar el objetivo de reducir las altas brechas existentes, si no generamos mayores ingresos, tendremos poco y nada que repartir. Es hora de que definamos si queremos ser un jaguar como antes o pasar a ser un gatito en esta región y en el mundo.

¿Qué falta para volver a ser jaguar? Invertir en tecnologías del conocimiento, darles valor agregado a nuestros productos, creer que podemos desarrollar tecnologías de punta, trabajar a nivel público-privado en modernizaciones legales e institucionales. Falta fomentar las pymes, seguir mejorando e innovando en educación, seguir con los procesos de modernización del Estado, mejorar la imagen país, definir políticas que permitan el abastecimiento y la diversidad energética, flexibilidad laboral necesaria para seguir siendo competitivos sin dejar de lado los derechos laborales, etc. No puedo continuar con la lista porque no hay más espacio. Pero lo que más falta es voluntad política y decisiones claras y prontas.


Nota de la Redacción:
Consideramos impecable el análisis de doña Cristina, sus conclusiones son brillantes. Lo tenemos todo para llegar al desarrollo, talvez la única carencia que tenemos es la de un Gobierno que quiera marchar por esa senda, sepa como hacerlo y se rodee de los mejores elementos.

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