lunes, 5 de mayo de 2008

No podemos seguir así

No podemos seguir así
Adolfo Zaldívar Larraín, Presidente del Senado.
Con ocasión de la celebración internacional del Día del Trabajo y los últimos sucesos ocurridos en nuestro país, en el ámbito de las relaciones laborales, cabe preguntarse qué hemos hecho mal para tener los niveles de conflictividad actuales.

Lo primero es puntualizar que más allá de una deficiente legislación laboral, de la pérdida de vigencia de los sindicatos en los términos tradicionales a nivel global, de prácticas patronales indebidas, no corresponde legitimar el uso de la violencia como una forma de corregir lo existente y menos si con tales procedimientos se provocan enfrentamientos entre los propios trabajadores.

Ese camino debe rechazarse de plano por todos los actores de la sociedad chilena y de manera especial por los partidos políticos y cada uno de sus dirigentes; no corresponden dobles discursos y menos tratar de instrumentalizar las legítimas demandas de los trabajadores públicos y privados para fines políticos subalternos.

Es una realidad innegable que los chilenos y chilenas demandan más empleos y mejores remuneraciones, y, en el caso de los adultos mayores, jubilaciones dignas.

La autoridad debe, antes que nada, mantener e imponer el orden, pero también debe tener la sensibilidad para advertir cuáles son los elementos y situaciones que generan los excesos.

Tener en cuenta esa ecuación es lo que permite a un país canalizar sus problemas y necesidades.

Muchas veces he dicho, y lo reitero en esta ocasión, que la gran falla estructural que presenta Chile, desde hace ya muchos años, es la mala distribución del ingreso y la concentración de la riqueza. Cabe recordar que las iglesias, y la Católica en particular, han levantado su voz sobre este mismo punto, teniendo un rol muy determinante en dicha demanda monseñor Goic.

Lo peligroso de no tomar conciencia de lo anterior es que se puede tirar por la borda los avances que se han logrado. Si dejamos que la lucha de clases vuelva a tener justificación, si permitimos que nuevamente sean el resentimiento y el odio los que condicionen nuestras relaciones sociales, laborales, culturales y políticas, no habremos aprendido nada de la historia, de nuestra historia.

Lo delicado del conflicto actual es que el Estado, a través de su más importante empresa, está en medio de éste y sienta un precedente funesto al no saber dirimirlo.

Lo que ha ocurrido en Codelco debe revisarse de manera exhaustiva. No es posible que existan dudas sobre las formas y motivos que hubo para externalizar algunas tareas y funciones. Bueno sería despejar si efectivamente hay nexos entre ex altos ejecutivos de la cuprera que formaron empresas propias para luego ofrecer sus servicios como contratistas.

En esa misma línea, cabe preguntarse por qué, si adoptaron medidas de racionalización, como la de subcontratar tareas y servicios, los costos de operación han subido en la forma que lo han hecho.

El modo como se ha procedido y las diferencias de criterio en el Gobierno frente a dicha empresa estatal también son preocupantes. Mantener el orden a cualquier precio, si existe una situación de injusticia, y no abrirse a una revisión seria y responsable es avalarla. El Parlamento debiera, desde su instancia fiscalizadora, investigar lo que ha sucedido.

Además, la confusión entre empresa estatal y empresas privadas es un pésimo ejemplo y deja, de manera injusta, en una muy mala posición a todo el sector empresarial, ya que no se distingue a los buenos de algunos malos empresarios.

Tampoco con lo sucedido se ayuda y protege a la pequeña y mediana empresa, cuya existencia y subsistencia tiene directa relación con las mayores.

La mayor reflexión en esta fecha debiera estar centrada en cómo, asegurando el orden y la certeza jurídica del trabajo y la propiedad, buscamos terminar con las causas profundas que han permitido este grave nivel de desencuentro. Todos tenemos responsabilidad, todos debiéramos colaborar a desactivar esta verdadera bomba social que hemos permitido se instale entre nosotros; unos, por egoístas; otros, por obtusos, y otros por intereses políticos mezquinos. Apostemos por el diálogo entre nosotros.


Entrevista a Piñera
http://blogs.elmercurio.com/reportajes/2008/05/04/si-yo-fuera-presidente.asp
Tomado de Diario El Mercurio

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