jueves, 1 de mayo de 2008

Dos hombres valientes,inteligentes y patriotas.

Clase magistral
Hermógenes Pérez de Arce

El de hoy es un tema difícil, porque consiste en explicar la política chilena.
Primero, tenemos un Gobierno, que es de izquierda, y se divide en un sector partidario del Gobierno, en el cual están Pérez Yoma y Velasco, que creen en la democracia y el mercado; y un sector del mismo Gobierno contrario al Gobierno, en el cual está Andrade, que "preferiría no tener" grandes empresarios en el país.
A la cabeza del Gobierno hay una Presidenta, que apoya a ambos sectores del mismo. La Presidenta tiene como su aliado más próximo a Escalona, que la defiende en todo, pero quien a la vez es aliado de Andrade, ministro del Gobierno, pero opositor al Gobierno. Si bien Escalona no dice que "preferiría no tener" grandes empresarios, los considera "chupasangres y explotadores".
Al lado opuesto, pero a veces al mismo, está la Oposición de centroderecha. Pues ella se divide en Oposición partidaria del Gobierno, donde están Lavín y Longueira, que rechazan el desalojo propuesto por Allamand. Este es del otro sector de la Oposición, el contrario al Gobierno, encabezado por Larraín & Larraín.
En la Oposición, pero también a veces apoyando al Gobierno, circula una figura inclasificable y predominante, Sebastián Piñera, candidato presidencial. Tiene mucha plata, muchos votos y va primero en las encuestas presidenciales.
Todos los anteriores tienen algo en común: niegan ser francamente de derecha y reniegan del Gobierno Militar.
Entonces en la Oposición también hay una derecha que dice ser tal y se singulariza por defender al Gobierno Militar y sostener que, gracias a éste, tenemos democracia y economía de mercado. Postula que los cerebros de los chilenos han sido lavados.
Esta derecha casi carece por completo de votos, no obstante lo cual, y una vez al mes, convoca a una Asamblea General de la Derecha Mundial, a la que concurren el redactor de estas líneas y Jim Whelan, el único extranjero conocido que es cabal defensor del Gobierno Militar, con la posible excepción del historiador Paul Johnson.
La Asamblea tiene lugar en su sede del restaurante Carrousel, al cual nombro con reticencia, porque después de otra vez que lo mencioné el dueño ordenó que no se me cobrara la cuenta, lo cual yo interpreté como tentativa de soborno y rechacé, con el resultado de que desde entonces cada cobro es un garrotazo que ni te cuento.
La derecha mundial -es decir, Jim y yo- piensa que la gente se aburrió con la izquierda en el Gobierno, sus montajes publicitarios de buses que no pasan, trenes que no andan, hospitales que no atienden pacientes; se aburrió con que todos mandan, con que echen a la subsecretaria de las frambuesas, al jefe de la guardia de La Moneda o al subdirector de Gendarmería por usar un auto fiscal, pero no a los ministros y embajadores que cobraban a la misma Gendarmería honorarios suculentos por trabajos no realizados; se aburrió con la falta de trabajo, denunciada como principal problema, lejos, en la última Encuesta Nacional de la Juventud; se aburrió con las pedradas, incendios y amenazas impunes, que no dejan trabajar, y con la delincuencia desatada. Ayer me llamó una señora para contarme que estaba en el supermercado cuando entraron veinte tipos, amenazaron a todo el mundo, sacaron lo que quisieron y se fueron, sin que nadie les dijera nada. Ni siquiera salió en los diarios. No. La gente se aburrió, y punto, como dice Lagos.
Conclusión, y para terminar la clase: el desalojo no lo para nadie, ni siquiera Lagos.

Lo ajeno, tan nuestro.
Gonzalo Rojas Sánchez

Los autos fiscales han ocupado el centro de la noticia por días y quienes les han dado un uso indebido, ya no están en el centro de sus cargos. Vidal, tan creativo como torpe, ha dicho que usaría su vehículo en caso de emergencia familiar. Incapaz de distinguir entre la fuerza mayor y el abuso de poder, el pobre.
Entonces, todos los lectores, todos, levantando nuestros dedos acusadores hacia los aprovechadores estatales, tendemos a ocultar con ese gesto la luz solar que podría iluminar nuestra conciencia respecto de los propios abusos.
Una breve reseña ayudará a descubrir cuán frecuentes son esas actitudes ilícitas que en diversos planos hieren el alma y dañan la convivencia.
Cada vez que el peatón cruza una calle por lugares indebidos, cada vez que el
automovilista detiene su coche sobre el paso de los caminantes, cada vez que el usuario aborda el Transantiago sin pagar, cada vez que la jovenzuela desaliñada se echa en el metro, en todas esa oportunidades, usurpamos lo ajeno.
En cada ocasión en que se omite una referencia bibliográfica, cuando se cuenta una
novedad como de primera mano sin citar la fuente original, cuando las bases de datos se quedan grabadas en el disco que nos trajimos de la empresa anterior, cada vez que fotocopiamos unas pocas (decenas) de paginitas, en todas esas oportunidades, nos robamos lo de otros.
Cuando los estantes contienen libros que pedimos prestados hace años, cada día que la caja chica sirve de caja de compensación, cuando los viáticos se justifican en los grandes números y no en las moneditas, cada vez que se inicia tarde una reunión, sí en cada una de esas ocasiones, le hemos quitado algo a alguien, algo suyo.
Y, por cierto, están también las usurpaciones de los intangibles. Cuando los dirigentes de un partido se apropian del Cristianismo pero con sus criterios lo contradicen, cada vez que los directivos de otra colectividad olvidan las claras exigencias de su fundador, cuando se dilapida una tradición por explorar la novedad, cuando un apellido prestigioso es convertido en hazmereír, siempre que se pide plata para construir pero se la usa para cuestionar, en todas esas oportunidades hemos abusado de lo ajeno.
Y, así, decenas de veces. En cada una de esas ocasiones, el pequeño socialista que llevamos dentro exige sus derechos, los supuestos derechos sobre lo ajeno.



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