lunes, 14 de abril de 2008

El turista Tompkins

El turista Tompkins
Cristina Bitar

Si hay un rasgo que ha caracterizado a Chile durante su historia, ése es su apertura a recibir e integrar a los inmigrantes. La canción «Si vas para Chile» es un muy buen reflejo de esta cultura acogedora. Desde el extremo sur de nuestro país, encontramos colonias importantes de descendientes de croatas, alemanes, españoles, árabes, italianos, judíos y, recientemente, una numerosa colonia de peruanos se ha sumado a los miles de extranjeros que han buscado en esta tierra un horizonte mejor para sus hijos. Todas estas colonias tienen en común la forma en que han retribuido la generosidad del pueblo chileno, integrándose y enriqueciendo a la nación con su aporte cultural, su trabajo y sus tradiciones.

Somos miles y miles los descendientes de todos esos inmigrantes que hoy somos profundamente chilenos. El mérito de ello es, sin duda, de nuestros antepasados, que cortaron amarras y enfrentaron su inmigración con un espíritu positivo de entrega. La inmensa mayoría de ellos, por no decir la totalidad, no trajo riquezas: las generó aquí con su trabajo; nunca pidieron privilegios ni menos buscaron de ninguna forma eludir las obligaciones de cualquier chileno. Ninguno vino a dar lecciones; al contrario, con humildad aprendieron a ser chilenos, conociendo, entendiendo y luego queriendo nuestra cultura, que asumieron como propia.

Por todo esto es que resulta tan irritante y hasta ofensivo el saber que Douglas Tompkins —un ciudadano norteamericano que se ha permitido opinar sobre nuestro país, sobre nuestras autoridades y nuestras leyes, y que reiteradamente ha hecho esfuerzos por sacar de sus tierras a humildes compatriotas, cuya presencia molesta a su ideología ecologista— permanece en nuestro país en calidad de turista, sin pagar impuestos, a pesar de tener propiedades, casas y vivir acá hace más de una década.

Parece evidente que el señor Tompkins no tiene ningún afecto por Chile ni los chilenos, no llegó aquí para integrarse y no se siente parte de este país en forma alguna. No se trata de pedirle que se sienta chileno, pero después de los años que lleva acá, de la forma en que se ha relacionado con nuestras autoridades, al menos se le puede pedir que tramite una visa de residente y no siga como cualquier turista que viene a pescar al sur de Chile por una o dos semanas.

Los derechos hay que ganárselos. El señor Tompkins ha ido mucho más allá de lo que podemos denominar libertad de expresión para cualquier chileno o extranjero. Por eso tiene razón el subsecretario del Interior, Felipe Harboe, cuando le dice que, si quiere seguir opinando y siendo un actor público en Chile, debiera partir por sincerar su situación migratoria y obtener una visa temporal o de residente. A partir de ahí podría ejercer derechos, criticar e, incluso, después de unos años podría votar en las elecciones de nuestro país.

Pero sospecho que el señor Tompkins no pretende eso: Chile no le interesa ni le agrada. Al contrario, toda su ideología apunta a dejarnos en el subdesarrollo; todo lo que significa progreso para los chilenos molesta a su visión de una naturaleza que está por sobre los seres humanos.

El Gobierno no puede dejar que el señor Tompkins siga violando abiertamente el espíritu de nuestra ley migratoria, y si él quiere seguir siendo turista, que se comporte como tal y se le apliquen estrictamente todas las restricciones que se aplican a cualquier visitante. Empezando por transparentar las donaciones que reciben sus fundaciones y los aportes que él puede hacer a otras personas jurídicas.

Chile no se ha construido sobre la base de personas que, después de diez años, prefieren salir regularmente del país y reingresar para conservar un falso estatus de turista. Este país se construyó con la ayuda y el trabajo de inmigrantes de verdad, esos que llegaron para hacerse chilenos. Notable diferencia.



No hay comentarios:

Acount