viernes, 18 de abril de 2008

¿A qué precio?



¿A qué precio?
Gonzalo Rojas Sánchez



Las candidaturas a cargos de elección popular suelen tragarse el largo plazo con sus urgencias de corto alcance.

Psicológicamente eso es explicable: el candidato tiene en mente una fecha fija, y por eso, toda su acción apunta al día aquél en el que los votantes decidirán su suerte. Pero políticamente su error imperdonable es olvidar que una vez electo tendrá que ejercer un cargo, que así como los días se acortan antes de la elección (y no va quedando tiempo para esto o para lo otro) se alargarán desde el momento mismo en que sea electo (y habrá que meter más y mejores acciones, que deberán ser realizadas, precisamente porque para eso se fue electo).

Para eso se fue electo. El problema es que muchos candidatos no saben para qué debieran ser electos o, en el mejor de los casos, solo atisban ideas generales sobre el bien y el mal para guiar su acción en el cargo. El "¿y para qué voy a ganar?," es una pregunta muchas veces suprimida por el propio candidato; otras veces es descalificada por quienes parecen entender depolítica, pero sólo saben de manipulaciones del poder.

Andrés Allamand le pide a la Alianza "admitir grados de diversidad mucho más amplios que los habituales" porque "históricamente la centroderecha muestra ineptitud para gestar alianzas, en parte porque maneja mal el valor político de la diversidad".

¿Qué contenido tiene ese valor? ¿Da lo mismo el polo colorín-corrector que el polo liberal-ortodoxo en Economía? Para las libertades de los chilenos, ¿conviene esa eventual diversidad? A los empresarios y trabajadores, ¿les daría lo mismo uno que otro enfoque? Incluso más, ¿sería posible que durasen un tiempo razonable gobernando juntos quienes valoran al mercado y a los agentes económicos de modos tan diversos?

Y más importante aún: ¿Da lo mismo el polo agnóstico-liberal, que la mirada tradicional-conservadora, en temas de dignidad humana? Para la vida, la familia, la libertad de enseñanza, y la salud moral en general (eso existe, no es una entelequia) ¿son aceptables el aborto, el divorcio, la eutanasia, y la manipulación de los jóvenes como signos de diversidad?

Cuando Allamand afirma que "en política hay un trade off entre afinidad y amplitud" y que "si se trata de que todos piensen igual, hay que pagar el precio de perpetuarse como minoría," suena ganador, pero ¿a qué transacciones se refiere? ¿Que estaría él dispuesto a entregar y qué pediría a cambio? Vamos concretando, porque si no, estamos en la pura manipulación semántica.

Y como no se trata solo de contenidos programáticos, sino también de personas, de candidatos de carne y hueso (con alma, vaya) más en concreto aún, ¿para qué de la Maza en Las Condes? ¿Para qué Schaulsohn en Santiago? ¿Para qué Hasbún en Estación Central?

¿No será esto lo único que corresponde preguntarse al momento de plantearse candidaturas y combinaciones electorales? ¿O es el gobierno a cualquier precio lo que interesa? ¿Y, entonces, dónde queda lo único que importa: hacer el bien?

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