En los últimos días, los medios de comunicación han informado ampliamente de una serie de hechos irregulares, como la “inauguración” del Hospital de Curepto; el proceso judicial que afecta a Luis Ajenjo a raíz de su gestión en EFE; irregularidades en el Ministerio de Educación, y el posterior acto de desagravio a la destituida ministra Provoste con asistencia de escolares en su horario de clases; irregularidades en la licitación del Registro Civil; investigaciones de Contraloría en algunas comunas de Santiago; la destitución de la subsecretaria de Transportes por ocupar para repartir frambuesas el vehículo fiscal que tenía asignado, y la renuncia del jefe de la escolta presidencial por uso indebido de un vehículo fiscal.
Me preocupa que los medios de comunicación titulen con unos y otros hechos sin que se haga una adecuada distinción de la diferente gravedad de cada uno de ellos. También me preocupa que los políticos traten de empatar unas cosas con otras.
Lo de las frambuesas, siendo sin duda un hecho ilícito y, por lo tanto, reprochable, es un infracción “rasca”, absolutamente menor y de esos hechos que además de sancionarse debieran producir más vergüenza ajena que indignación; caen más bien en el campo de la ética individual y, por lo mismo, dan cuenta de una selección desprolija de las autoridades, pero no de un problema de corrupción en el Estado. Aquí no hay una defraudación millonaria; no se trata de redes de protección o de pagos ilícitos.
Lo del carabinero de la escolta presidencial, incluso, me parece que tiene que ver con un problema de falta de adecuación de la norma a los usos y costumbres de los funcionarios públicos. Si a todos se les aplicara el mismo rigor que se aplicó al comandante Vidal, me temo que muy pocos quedarían en pie. Con este criterio, ningún ministro ni ministra u otro funcionario público podrían llevar ni recoger a sus niños del colegio, llamar a su casa para ver cómo está su familia con un celular pagado por el Estado o hacer que su chofer y su escolta los o las acompañen a ninguna reunión social. Aquí hay que aplicar el sentido común y no confundirse.
Por eso, sería bueno revisar las normas o bien trabajar en la cultura del Estado, de manera que exista un consenso teórico en que se apliquen las sanciones de este tipo para todos o para nadie. Personalmente, pienso que no podemos entrar en un canibalismo loco y arbitrario. Hasta que ello no ocurra, es inevitable un cierto sentimiento de solidaridad o de comprensión con el oficial Vidal, lo que probablemente explica la reacción en su defensa del general Bernales.
Pero lo de EFE, lo de Curepto, lo del Registro Civil, las irregularidades en el Ministerio de Educación, lo del homenaje a Provoste, son cosas completamente diferentes. Se trata de hechos que dan cuenta de engaños a la opinión pública, de fondos por miles de millones de dólares o de abuso institucional con los más débiles de nuestra sociedad.
Pareciera que la rápida sanción en el caso de las frambuesas era conveniente para las autoridades gubernamentales. Se da aquí una señal de rigor que no se aprecia en los otros casos y que aparece compensando lo que no es compensable. Era fácil ser estrictos con la subsecretaria de Transportes, pues no se trata de una figura política de primera línea: lo suyo es más bien tema del chiste del día que de la página editorial.
El contraste es evidente, el Sr. Ajenjo llega acompañado del secretario del Tribunal Supremo de la DC a los tribunales. Respecto del blindaje a la ex ministra Provoste y del homenaje en Quilicura, reina el silencio, y lo del Registro Civil es una caja de Pandora.
Ahí están algunos de los problemas graves, los de verdad. Por favor, no confundamos los trenes con las frambuesas. No tienen nada que ver. Mientras no los diferenciemos, vamos a seguir enredando a la opinión pública y lo único que vamos a hacer es seguir desprestigiando el servicio público, que tanto necesitamos enaltecer.