lunes, 7 de abril de 2008

¿Fin del engaño en ferrocarriles?

¿Fin del engaño en ferrocarriles?
Álvaro Bardón


Ya a comienzos de los años 60 era claro -al menos para los economistas profesionales- que la pérdida sistemática de millones en ferrocarriles estaba arruinando al país, cosa que venía ocurriendo a lo largo de todo el siglo XX y que se ve claro en los escritos históricos de Adolfo Ibáñez.

Pero usted sabe: a ciertos economistas, cientistas sociales y políticos es fácil venderles pomadas absurdas, con el cuento de las externalidades, el medio ambiente, el costo social y lo importante "de lo político" por sobre el sentido común de los números sencillos.

Hoy, algunos de nuestros economistas se ganan fortunas con modelos y estudios sobre externalidades variadas que no dejarían funcionar los mercados. En una de éstas, vamos a llegar a la ruina socialista de completa inamovilidad productiva.

Muchos estudios y platas se han usado para justificar tramos ferroviarios "brujos" y otras inversiones de miles de millones de dólares -como la última del gobierno de Lagos-, que siempre han resultado en fracasos, cuando no en irregularidades masivas. Sólo han servido para demostrar, una vez más, la obsolescencia del transporte ferroviario frente al caminero, aéreo y marítimo.

El gran aporte del economista José Luis Federici al ingreso de los chilenos -varias centenas de millones de dólares- fue la racionalización de ferrocarriles, con una reducción de cerca de 20 mil empleados de productividad nula (esto, además de haber cerrado la hemorragia de plata de las minas de carbón). En los años 60, en el Instituto de Economía de la Universidad de Chile se hablaba ya de cerrar los ferrocarriles, y uno de los más activos en ello era Federici, además de Juan Braun y Carlos Hurtado. También se hablaba -en particular este último- de privatizar y concesionar las autopistas dentro y fuera de Santiago. Allí, Ricardo Lagos aprendió lo de las autopistas y luego, como ministro y Presidente, las promovió con gran éxito.

Por desgracia, no ocurrió lo mismo con ferrocarriles, y apoyó a ultranza las pasadas "inversiones" de miles de millones de dólares, completamente inútiles, excepto para ciertos correligionarios que armaron unos negociados escandalosos.

Es que la cultura política de Lagos es la de hacer obras monumentales, al estilo de los viejos hombres fuertes latinoamericanos. Es el caso del Transantiago, otro elefante blanco que todavía no sabemos cuánta más plata costará, y todo para nada. Algo parecido sucede con el enorme gasto en educación, desde la reforma dirigista de mediados de los 90 -también de Lagos-, que no ha agregado nada positivo, excepto algunas plazas para infantes pobres y de ingresos medios, a costa de programas más rígidos, profesores con menos incentivos, aumento de los costos y el típico congelamiento del conocimiento de cuando no hay competencia: muy mala educación.

¡A ver, Ricardo, si armas un movimiento para cerrar ferrocarriles, que es lo que corresponde a un político progresista! Por ahora, conformémonos con el cierre del tramo de Santiago a Puerto Montt, algo que debió haber ocurrido en el gobierno militar. Pero, como usted sabe, el cuento de lo estratégico paraliza todo, al igual que el cuento socialista de la "función social" o el de las externalidades de los economistas. Ahora, con el cuento del Bicentenario, verá usted la botadera de miles de millones de dólares en elefantes blancos, algo que nos desprestigia, pero que encanta a socialistas y nacionalistas estatistas.

Con estos usos de platas y con monumentos "que observa el resto del mundo", ¡qué importa que los pobres esperen!


1 comentario:

Anónimo dijo...

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