jueves, 10 de abril de 2008

Hermógenes Pérez de Arce y Gonzalo Rojas Sánchez, dos colosos de las letras y la política.

El vestido del infiel
Gonzalo Rojas Sánchez


Yasna Provoste de cuasimodista el domingo antes de la votación en la Cámara; Yasna Provoste retirada en una casa de religiosos una vez suspendida por la Cámara; Yasna Provoste junto a una destacada imagen de la Virgen a la espera de la votación en el Senado. Tres actuaciones concretas a las que se agrega un vaticinio: Yasna Provoste de rodillas en la tumba de San Alberto Hurtado una vez conocida la decisión de la Cámara Alta.

La fe de Yasna Provoste, su cristianismo, se han manifestado como la línea conductora de
su imagen pública. Algún asesor quizás, su conciencia talvez, le han indicado que debe
proyectarse como una mártir cristiana ante los sentimientos nacionales. Ha escogido la fórmula, tan fácil como lamentable, del aprovechamiento mediático de la fe, de la exhibición pauteada de su catolicismo. Eso se llama clericalismo.

Que algún curita entre cien asuma una parroquia con afanes de influencia socio-política
en los fieles, puede explicarse porque él sabe que forma parte de la jerarquía eclesial. Que
algún fraile entre cien quiera mangonear ciudadanos dirigiéndolos hacia fines partidistas,
puede explicarse porque quizá no entendió bien la vocación que lo llama a vivir apartado del mundo. El clericalismo de un clérigo entre cien es dañino pero, por último, no pasa de ser una deformación profesional.

Pero cuando un laico, un ciudadano creyente, una cristiana que ha asumido tareas
públicas por sus convicciones opinables, utiliza la fe para distinguirse con ella de los malulos que la victimizan, ese clericalismo no debe aceptarse, porque daña seriamente tanto al cristianismo como al servicio público.

En todo caso, ella sólo tiene la culpa de estos actos concretos, porque Yasna Provoste, en
materia de clericalismo, no ha inventado nada. Su partido, la Democracia Cristiana, se infestó hace muchos años de ese mal, cuando algún obispo lo consideró fórmula única para resolver los problemas desde el cristianismo y cuando, por lom tanto, sus militantes comenzaron a descalificar en su fe y en su vida cristiana a todo el que no concordase con las reformas estructurales mpropuestas y desarrolladas por la DC. Vaya mezcolanza, vaya desprecio de la libertad de los cristianos en lo opinable.

Por supuesto, pasó lo obvio. Mientras más convicción ponían los DC, de los 60 en adelante, en su ideología, menos valor le daban a su fe; mientras más amparados por algún obispo reformista creían estar, menos caso iban a hacerle a todas esas antiguallas retrógadas de la moral cristiana. El clericalismo produjo en ellos la fractura expuesta que hoy todo Chile contempla: el cristianismo les sirve para defender lo opinable, dogmatizándolo; pero al cristianismo lo desechan como criterio válido respecto de lo fundamental, relativizándolo. Si no hicieron bien su trabajo ministerial, la fe los ampara; si reparten condones y píldoras, la libertad absoluta los justifica.

El clerical no es más que un secularizado vestido de fiel.



"Dura lex, sed lex"
Hermógenes Pérez de Arce

A mí no pocos chilenos me consultan cosas al pasar, y yo siempre les respondo. Pero luego advierto que nadie hace el menor caso de lo que digo. ¡Qué le vamos a hacer! Así y todo, a variados feligreses que me detienen en estos días y me piden una definición sobre la píldora del día después o la acusación a la ministra Provoste les respondo gustoso.

-¿Está bien el fallo del Tribunal Constitucional? -inquieren algunos.

-Por supuesto -les replico-, el artículo 19 N° 1 de la Constitución garantiza el derecho a la vida y agrega textualmente: "La ley protege la vida del que está por nacer". Si una píldora pone en riesgo esa vida, es ilegal e inconstitucional distribuirla, de modo que el tribunal tiene la razón. ¿Está claro?

-Por supuesto, pero es que el país no funciona así.

-¡Ah! Eso es otra cosa. Me preguntaron si el fallo estaba bien y yo les contesté.

-Claro, pero entonces, ¿cómo un juez condenó anteayer a varios militares a muchos años de presidio por haber fusilado a subversivos hace 35 años, pese a que hay una Ley de Amnistía, la prescripción más larga es de 15 años y no existe ningún tratado vigente que anule la amnistía y la prescripción? Tampoco se aplica la ley, y los militares son condenados.

-Tampoco se aplica, es verdad. Como no se ha aplicado el artículo 223 del Código Penal, que castiga con inhabilitación y presidio o reclusión menores en cualquiera de sus grados a los jueces que, a sabiendas, fallaren contra ley expresa en causa criminal.

-Bueno, si es por eso, también hacen vista gorda de la norma que sanciona con similares penas a los jueces que "convengan en admitir dádiva o regalo por hacer o dejar de hacer algún acto de su cargo". A lo menos dos jueces han ido al extranjero a recibir premios en dinero por haber procesado o condenado al ex Presidente Pinochet. En lugar de juzgarlos y condenarlos, como lo manda la ley, la Corte Suprema se limitó a decirles que en lo sucesivo no siguieran recibiendo regalos.

-Y, pasando a otra cosa, ¿qué opina de la acusación contra la ministra Provoste?

-Su fundamento constitucional reside en que ella "infringió las leyes o las dejó sin ejecución", lo cual todo el mundo sabe que efectivamente sucedió. Pues en las cuentas de su ministerio, desde 2004, las platas que debería haber no calzan con las que hay. Y la ley, como es obvio, dice que deberían conciliar. Entonces, el fundamento es claro. Se ha infringido la ley y se la ha dejado sin aplicación. Eso configura la causal del juicio político y conduce a la destitución de la ministra.

-Es que no es tan sencillo, el país no funciona así. No es cosa de llegar y aplicar las leyes. Con ese rigor, a lo mejor no quedaría ningún ministro en su cargo. Acuérdese de cuando se llevaban plata para la casa y los perdonaron a todos.

-Mal hecho. "Dura lex, sed lex", "dura es la ley, pero es la ley", decían los romanos.

-Bueno, así les fue a los romanos.

-¡Epa! Durante muchos siglos les fue muy bien. Mejor que a todos los demás, que se sepa. Y sólo les comenzó a ir mal cuando perdieron ese rigor. Todo se echa a perder cuando se comienza por no respetar algunas leyes respecto de algunos, generalmente los más indefensos de la sociedad, como son, entre nosotros, los nonatos y los militares. Después empiezan a violarse más leyes y a atropellarse a más gente. Y eso nunca se sabe dónde puede terminar...

-¿Que no se sabe? Yo pienso que nosotros lo debiéramos saber...

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